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¿Tarjeta roja al cine español?

por Marc Prades - 0 comentarios - cine reflexión - 29/04/2006 - enlace

’Volver’ de Pedro Almodóvar, ’Salvador’ de Manuel Huerga y ’Honor De Cavalleria’ de Albert Serra son las únicas películas seleccionadas para el inminente Festival de Cannes. ¿Una casualidad? No lo sé, pero aquí siguen los mismos (instituciones, directores, productores y la crítica más puesta) igual de desorientados que siempre.

La reciente mesa redonda organizada por la excelente revista ’Letras De Cine’ en el CCCB de Barcelona a raíz de un impagable artículo del gallego Jaime Pena (publicado inicialmente en la revista argentina ’El Amante’ que se titulaba: "¡Viva Marco Müller! Tarjeta roja al cine español"), resultó ser otro interesante muestrario de las quejas, quejíos y lamentos de la otra cara del cine español. La que nos gustaría que protagonizara en condiciones (con el poderío mediático y la credibilidad que tiene la francesa) el debate auténtico del cine en nuestro país.

Y como servido en bandeja a la mesa, un perfecto ejemplo: la película ’Honor De Cavalleria’ de Albert Serra (un director de cine al que Ángel Quintana, uno de los ponentes, empezó a describir no como un director sino como un personaje) que ha sido seleccionada sorprendentemente para la Quincena de Realizadores de Cannes donde competirá por la Cámara de Oro a la mejor ópera prima. La única película española seleccionada a parte de la de Almodóvar, por supuesto, y de ’Salvador’ de Manuel Huerga. Y retengan la coincidencia, que quizás no sea casual.

Me cuentan que cuando Albert Serra y Luis Miñarro (uno de los productores de la película) fueron a París a presentarla los franceses alucinaron. No se lo podían creer. Carnaza pura: una versión libre de ’El Quijote’ realizada con actores no profesionales en el Ampurdán catalán por un personaje que habla de Bresson, Ozú o Ermano Olmi con tanta soltura y clarividencia como quien habla de las series de televisión de Globomedia, era demasiado tentador para una cultura francesa que busca incesantemente lo que no busca la española: la diferencia.

El CCCB en estos percales siempre responde. Como cuando la conferencia de Víctor Erice y Abbas Kiarostami de hace poco en el que no cabía ni un alfiler. O como en el ciclo de cine Xcentric, donde acude más gente que en la Filmoteca. Y a eso me quería referir yo.

¿Por qué no aprendemos ya de una vez por todas (como tímidamente apuntó Quintana, siempre tan tímidamente, joder) a separar al cine como arte del cine como industria? ¿Por qué tenemos que soportar esta convivencia que genera el 99% de las ridículas y cansinas discusiones de siempre entre los dos lados de la cama? ¿Por qué no aceptamos ya que el sitio natural de una película de Kiarostami es en el CCCB y no en los Verdi? ¿Por qué no reventamos el sistema de producción y distribución de una vez por todas y nos olvidamos de una puñetera vez de la magia de la sala oscura y del pertinente estreno ridículo y estúpido en la última sala de cine que aún nos entiende de la ciudad? ¿Por qué no pensamos ya desde la raíz en una película para ser presentada en internet, DVD, en el CCCB o directamente en una galería de video-arte? Y en consecuencia, ¿es posible una alternativa real y justa a las actuales normativas en subvenciones públicas y compras televisivas de nuestro cine -que tan bien explicó el productor Luis Miñarro, otro de los ponentes de la mesa-, en el que se prima siempre a la película mediana que no molesta pero que no aporta absolutamente nada (del tipo Gerardo Herrero, que se empleó con sorna en el debate) y que arrincona precisamente a esas películas radicales (como la de Albert Serra), que no tuvo subvención alguna y que luego nos representan internacionalmente en festivales como el de Cannes? ¿Sí? ¿Es posible? ¿Sin la variable de los espectadores, sí? ¿Con un comité de expertos, por ejemplo? ¿Qué comité? No me lo quiero ni imaginar, miedo me da.

Voy a ser muy iluso, seguro, pero sería hora de que alguien empezara a movilizarse. Pero con actitud de reventón. No con apaños. Con imaginación, compromiso y pensando en el futuro de nuestra cultura (aunque parezca a ZP hablando del final de ETA). Porque esto cada vez resulta más insoportable. El cine tal como se ha entendido desde la visión francesa de los sesenta, ha perdido la batalla, aceptémoslo. Y no pasa nada. Pero giremos ya la tortilla, por favor, no dejemos que se chamusquee aún más. Que ya huele mal. Es muy cansado tener que aguantar tantas quejas, quejíos y lamentos de gente que sabe muy pero que muy bien lo que dice, pero que desde la impotencia conmovedora y justa de su pasión no sabe muy bien hacia donde ir. Es una pena. La de energías y de mentes lúcidas que se pierden sin querer.

Digo yo. De la misma manera que las artes escénicas, la literatura o la pintura tienen una red de centros públicos (con el teatro, la biblioteca o el museo) protegidos y mimados por las administraciones públicas (y también por los necesarios mecenas privados) que financian y permiten su difusión y que nadie discute (al menos nadie desde la socialdemocracia), ¿por qué el cine como arte no puede tener una red de cines públicos (a imagen y semejanza del CCCB, por ejemplo, que ya cumple una función indispensable para la cinefilia en Barcelona suplantando los viejos modelos casi sin querer, como por inercia) que permita una nueva y radical normativa de subvenciones y ayudas diferenciadas a las del cine entendido como proyección en multisala de centro comercial, una red que impulse al creador a pensar desde el principio su película de otra forma, sin el insoportable peso de tener que competir con el abominable monstruo del entretenimiento y sus inevitables triquiñuelas industriales y legales? ¿No saldría finalmente y con un estruendoso golpe ese cine moderno y libre del que tanto decimos necesitar?

¿Piensan que Kiarostami hace el cine que hace porque tiene un amigo en Teherán que tiene un cine como los Verdi y que le deja que estrene su película durante una semana de verano, y así acogerse a las subvenciones públicas del gobierno iraní, mientras apaña con otro colega suyo la compra de miles de entradas destranquis para llegar al mínimo que solicita el gobierno de Jatamí para pagarle buena parte de la película, mientras otro colega suyo le pasa un contacto con una televisión para una precompra de derechos bajo un pequeño y discreto trueque de intereses, y luego a esperar cruzando los dedos para que el insufrible francés de turno le caigas en gracia y te seleccione para ir a Cannes y así conseguir fama mundial, ventas internacionales, y el compromiso de algún encantador chiflado o de algún tinglado francés como Canal+ para que financie el resto de tu obra de por vida y convertirte así en su nuevo e ilustre hijo adoptado?

Todo puede ser. Pero es que aquí aún se piensa así, y parece que no haya alternativa posible. Y eso duele más cuando por otro lado tenemos integradísimo y aceptadísimo el discurso sobre el cine norteamericano y su colonialismo cultural con su impecable proceder industrial y propagandístico. Tal como si tuviéramos un modelo propio al que se saquea constantemente. ¿Modelo propio? ¡Pero si en el caso de que tuviéramos alguno (Gerardo Herrero, Gutiérrez Aragón, Trueba y compañía) nos horroriza, ni lo notamos, y encima el que nos gusta (el de los francotidarores, el del mal llamado cine radical, el que puede pasar a la historia de nuestro cultura como cualquier obra literaria, como ’El Espíritu De La Colmena’, ’Furtivos’ o ’Arrebato’) está dominado por esta insufrible y dependiente influencia de la cultura y las maneras vampirescas de Francia!

¿A qué jugamos? ¡¿Dónde coño estamos?! ¿Vamos a seguir esperando y leyendo ’Cahiers Du Cinema’ o ’Letras De Cine’ hasta que salga un personaje como Albert Serra (o como Almodóvar en sus tiempos) de la nada, del subsuelo cultural (de donde surgen casi siempre, por cierto) para podernos reír de Gutiérrez Aragón diciéndole que ’El Quijote’ que nos representa culturalmente en el mundo hoy mismo (precisamente ’El Quijote’, el mayor canto a la locura) no es el suyo sino el de un loco del Ampurdán que no ha tenido subvenciones ni ayuda de ningún tipo y encima porque lo dice un francés? ¿Sí?

Venga, hombre.



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