por Marc Prades - 0 comentarios - cine reflexión - 08/12/2003 - enlace
Pero, ¿y luego? ¿Adónde va el público habitual de l’Alternativa cuando el festival se acaba? Oferta no le falta. En los últimos años se está instalando en Barcelona otra forma de ver cine, un efervescente circuito "off" que permite ver esas películas ninguneadas por los circuitos comerciales. Este circuito está formado principalmente por el citado CCCB, el Institut Français, la sala Apolo con el fructífero colectivo 100.000 retinas al frente, el Mercat de les Flors y los ciclos organizados por la Escac, la Filmoteca de Catalunya, los cines Verdi, Renoir, Méliès y Casablanca (las salas comerciales menos "comerciales"), el imprescindible FNAC, y por los innumerables festivales de todo tipo que se celebran durante el año en la ciudad... Un caramelo para el cinéfilo.
En la sensacional película ’Cosas Que No Se Olvidan’ (’Storytelling’) del talento freak Todd Solondz, uno de sus protagonistas -estereotipo del adolescente acomodado- al ser preguntado qué es lo que le gustaría ser de mayor, contesta que presentador de televisión, y que si no pudiera pues que no le importaría demasiado llegar a dirigir cine. Luego, al ser zarandeado por uno de sus amigos -que al final de la secuencia le acabará practicando una felación- el chico le responde enrabiado en primer plano: "No soy idiota, yo miro la tele". No me malinterpreten, pero la nota de corte para acceder a las facultades de Comunicación Audiovisual de Barcelona es la más alta de todas las carreras. Ser ingeniero, abogado o médico ya no es lo que era: lo es hasta cualquier hijo de vecino. Los estudios que ahora se llevan, elitistas por excelencia -por caros y por las dificultades de acceso- son todos los relacionados con la imagen: diseño, publicidad, cine, comunicación audiovisual... Vivir en plena era digital, de Internet, de la megaexpansión de los medios de comunicación, es lo que tiene. Y como Barcelona es "cool", pues sus jóvenes -estudiantes o no- también. El perfil del usuario del circuito "off" cinematográfico tiene bastante que ver con ellos. Y con su estatus. Y con la modernidad, claro está. Y es que la vieja rata de filmoteca ya no se lleva. Pero no se confundan: las gafas de pasta, los largos abrigos, la voz afectada y el pelo grasiento del intelectual de los setenta sigue estando entre nosotros... pero de otra manera: más sofisticada, más dignificada, más integrada. Irán a ver cine en CineAmbigú -sí-, o en la Filmoteca -por qué no-, pero luego se irán a comer al Born, acudirán al ciclo de música contemporánea de la Fundació Miró, alquilarán los DVD más raros que encuentren en el nuevo videoclub de autor de la esquina, husmearán por el CCCB como quien husmeaba por el Casal de Joves del barrio en la adolescencia, y hasta le harán una foto por la calle para una revista de tendencias. Y sí, claro, querrá ser director de cine, o diseñador gráfico, o publicista, o discjockey, o todo a la vez, qué más da. Barcelona es así de guay, con toda la oferta inimaginable para sentirse siempre muy especial, aunque luego no llegues a fin de mes, aunque el cine catalán siga como casi siempre, aunque todo lo que te guste esté subtitulado.