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Hacia una televisión pública. Conclusiones

por Roger Arnau - 0 comentarios - televisión reflexión - 07/09/2004 - enlace

El modelo de televisión pública se ha situado a lo largo de los últimos meses en el centro del debate de la opinión pública. El tratamiento informativo que los medios de comunicación hicieron de la crisis del 11-M desencadenó una serie de acontecimientos que generaron una fuerte desconfianza entre los ciudadanos.

La falta de información en vísperas de unas elecciones hacía sospechar que los medios públicos ya no estaban al servicio de los ciudadanos, si no que desgraciadamente seguían los dictados de los poderes fácticos, convirtiéndose, de algún modo, en los gabinetes de prensa del partido en el poder. La posterior llegada de Rodríguez Zapatero a la Moncloa hizo posible crear un nuevo debate sobre los medios de comunicación públicos. El nuevo presidente del ejecutivo central había prometido cambios sustanciales en el sistema público de radiodifusión y de algún modo un cierto optimismo inundó las dudas de la opinión pública.

A pesar de estos nuevos horizontes, nos encontramos ante una situación extraña y peculiar, ya que los medios de comunicación públicos del Estado español -por su modo de ser- se diferencian claramente de los existentes en el resto de países europeos. De algún modo podríamos llegar a afirmar que en España la televisión pública no existe, ya que se aleja del modelo europeo creado en Gran Bretaña con la BBC, donde los ideales de informar, formar y entretener deberían proteger ciertos contenidos y eludir otros muy habituales en nuestra televisión.

Esta diferencia se sustenta básicamente en tres puntos. En primer lugar, entre los ciudadanos generalmente no existe una conciencia de televisión pública. La ausencia de un impuesto directo de televisión -elemento sí presente en otros países- repercute en que muchos españoles no sientan el sistema público de radio y televisión como suyo, transformando la emisora pública en una televisión más. En segundo lugar, en España la televisión pública se acerca al modelo comercial, ya que se nutre de la publicidad, entrando en la temible lucha por los índices de audiencia. Y en tercer lugar, las cadena públicas no son independientes, sino que están controladas y gestionadas por los gobiernos que están en el poder, cuando la presencia de un organismo independiente y profesional de control tendría que ser indispensable.

En ’Redmagzaine.net’ a lo largo de tres meses hemos visto tres modelos de televisión pública, tres visiones distintas, pero que partían de unos mismos referentes. Colom, Escribano y Huerga coinciden en la idea de servicio público, cuidando la calidad de los contenidos, pero en el centro del debate encontramos la clave de todo el problema, que no es otro que cuál es el modelo de televisión pública que queremos. La gran pregunta es si tiene que ser una oferta generalista para mayorías pero preocupada por la calidad de sus contenidos, o bien tiene que estar al margen de todo esto, convirtiéndose en un canal para minorías de contenidos selectos, aquellos que precisamente no ofrecen el resto de emisoras. Sea cual sea la respuesta, lo que parece claro es que los contenidos de la televisión pública tienen que ser competitivos sin perder unos criterios de calidad.

Hasta ahora, exceptuando algunos casos, la lucha por la audiencia ha provocado que la mayoría de programadores no arriesgaran demasiado, haciendo siempre lo mismo, imitando unos formatos que funcionan cuantitativamente y prescindiendo de contenidos cualitativamente innovadores. Muchos directores generales de cadenas televisivas no saben si lo que emiten les gusta. Se preocupan por fórmulas ya consolidadas, sin ningún lugar para la novedad. Su preocupación reside lejos, un directivo toma decisiones en función de la rentabilidad de la "empresa": cómo ganar más, sin tener en cuenta si los contenidos que emiten son los correctos. Los servicios informativos de la mayoría de cadenas públicas están "gobernados" por un partido político, e incluso en el ámbito local, dónde la información de proximidad tiene más sentido, las noticias son la excusa para justificar las subvenciones de los ayuntamientos, más que una auténtica voluntad de servicio público.

Afortunadamente hay excepciones. El futuro de la televisión pública está en juego, ahora bien, después de todo ¿debemos ser optimistas en esta "segunda transición" que se plantea? Vamos a ver, con los mejores ojos e intenciones.





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