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El karaoke de los huevos de oro

por Paco Romeu - 0 comentarios - televisión - 06/11/2005 - enlace

Telecinco ha apostado por la resurrección del populista sistema multimedia que dinamitó el mercado televisivo y discográfico: ’OT’. La incontestable labor del equipo técnico y la reconquista de la audiencia perdida por TVE obligan a una reflexión acerca de una más que remota posibilidad de conciliación entre digninidad y primetime.

Existe una opinión muy extendida a la hora de calificar las ya desaparecidas ’Crónicas Marcianas’: "Es basura, pero basura bien hecha". En efecto, Gestmusic posee desde hace tiempo la fórmula para incidir con malévola maestría en los resortes culturales que motivan al espectador medio; eso si, desde las antípodas de la dignidad. ’Operación Triunfo’, enésima demostración empírica del teorema, se fundamenta en la aplicación de la fórmula del reality show al mundo de aquello que antes se llamaba canción ligera, vertebrándose en un hábil entramado empresarial que va del negocio televisivo al discográfico, de la prensa escrita a internet y al filón de la telefonía móvil, además de constituir el nutriente básico para la mayor parte de la programación diaria de la cadena y para las fiestas patronales de los pueblos de España.

La facción televisiva del sistema se divide en dos espacios radicalmente distintos: la eurovisiva gala de los jueves (expresión certera y colorista del imaginario emotivo-musical popular) y los resúmenes diarios que siguen cada noche, de lunes a viernes, al informativo de máxima audiencia. Son estos últimos los que me han llamado favorablemente la atención: todo es real en los resúmenes; no hay presentador, ni locutor, ni texto sobre la pantalla. El montaje crea un ritmo idóneo, una atmósfera a medio camino entre lo ficticio y lo real (esto es, entre la ficción y el documental) para mostrar, sencillamente, cómo se produce un disco de éxito por semana. Resulta paradójico contemplar el trabajo desnudo y cotidiano de un buen equipo de profesores, músicos y técnicos al servicio de un puñado de jóvenes escrupulosamente seleccionados para protagonizar un espectáculo que obliga a plantear una nueva teoría del personaje que permita dotar a éste de una dimensionalidad que rebase los límites de la ficción y el medio y que cuestione la distinción entre actor y personaje. Así, quien haya tenido la fortuna de tropezarse con John Gielgud en una cafetería de Covent Garden podrá haber imaginado que está frente al mismísimo Prospero, pero esta ilusión se habrá desvanecido tras un simple intercambio de palabras; una adolescente burgalesa, en cambio, puede protagonizar un encuentro casual con David Bisbal en una playa alicantina sin que este hecho deje de prolongar la serie de acontecimientos desencadenados hace unos años en un estudio de televisión de Barcelona.

En ’El Cielo Sobre Berlín’, de Wim Wenders. Peter Falk interpreta al ángel caído Peter Falk. Durante un paseo, un grupo de niños le rodea al grito de "¡Colombo, Colombo!". Una poética y afortunada premonición.